Un genuino rincón marinero desde que entras. Mientras te atienden (algo lentos) o te sirven puedes recorrer con la mirada sus paredes, un lujo. La comida excelente, generosa y muy buen precio. Sensacional el montadito de atún. El único pero que puedo poner es que los calamares rebozados no están bien limpios. El pan, muy bueno, a pesar de que en esta zona es algo complicado encontrarlo. La temperatura dentro del local algo baja, lo que hace que la comida se enfríe pronto.
Sabor y olor a mar y pescado en los cinco sentidos. Aperitivos de mar auténtico y arroz también. Sitio elegido por los autóctonos. Comimos mejillones al vapor, piruletas de gambas y arroz y marisco (éramos 3 y elegimos para 2).
¡Muy recomendable! Aunque los arroces son por encargo, nos hicieron uno sobre la marcha. ¡Todos con una sonrisa y un trato buenísimo! todo lo que pedimos estaba muy bueno.
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